De los bronces íberos destacan cinco piezas, cuatro halladas en una finca de Mengibar, Máquiz, y la quinta en la necrópolis de Piquia, en Arjona.
En 1860 se produce el hallazgo de los cuatro bronces de Maquiz, en un momento que se desconoce la riqueza arqueológica del territorio. Pero estas piezas, junto con otras que aparecieron en la zona, dieron un cambio importante a la historia de Mengíbar, pues Maquiz no es otro lugar que la antigua ciudad iberorromana de Iliturgi.
Una de las dos cabezas, que se encuentra depositada en la Real Academia de la Historia en Madrid, es el aplique para el yugo. Con doble cara, representa por un lado la cabeza de un lobo con las orejas levantadas y lengua que cuelga entre fauces; y por el otro lado la cara de un joven héroe-guerrero con pendientes circulares y torque.
Las piezas conservadas en el Arqueológico Nacional, una podría ser el aplique de yugo o el timón central, y muestra la cabeza de un lobo con las fauces abiertas; en su parte posterior muestra escenas de tritones enfrentadas a figuras masculinas. La tercera de las piezas también representa la cabeza de un lobo con las fauces abiertas, y en su parte posterior tiene grabadas dos escenas míticas en las que destaca la lucha de jinetes que cabalgan sobre hipocampos, y el enfrentamiento entre un lobo y un jabalí, que simboliza la lucha entre el bien y el mal.
Los bronces de Maquiz fueron halladas por casualidad. No se tiene por tanto ni la cronología ni donde se ubicaban al haberse descontextualizado.
La quinta de estas piezas singulares es la hallada en la necrópolis de Arjona, la cabeza de un guerrero íbero al que un lobo parece devorar, que se utilizaría como pasariendas. En este caso la pieza está contextualizada, al haberse localizado en la cámara funeraria del principe íbero de Arjona junto a los restos del carro y datada cronológicamente en el siglo I a. C. Tiene una características muy similares a las halladas en Maquiz, con un elemento clave común: el lobo, tan importante en la cultura íbera.
El pasado mes de Enero se expusieron en el Museo de Jaén, una oportunidad única de contemplar las cinco piezas reunidas.