A las afueras de Málaga, en el lugar conocido como cerro de la Tortuga o
cerro
Coronado, se encuentra un
santuario ibérico púnico. Fue elegido
como lugar sagrado hacia el año 600 – 550 a.n.e. cuando se construyó un templo y
la ladera y restos del monte se habilitó para realizar los rituales y depósitos
votivos. No se utilizó como lugar de poblamiento, tan sólo construcciones para
los servicios del templo. Un lugar con tres actividades concretas: el culto sagrado,
los depósitos votivos y los enterramientos en la necrópolis, con cuatro tipos
distintos de tumbas, monumentales, estructuradas, de cista y de túmulo
En su cima se ha
documentado la existencia de varios edificios, una cueva y tres fosas y, en sus
proximidades, un promontorio con varias insculturas, al parecer de motivos
geométricos, antropomorfos y zoomorfos asociados a inscripciones en caracteres
fenicios, púnicos e ibéricos, lo que han llevado a interpretar el conjunto como
una montaña sagrada que integraría un templo-necrópolis. Entre los
objetos encontrados destacan exvotos, páteras, cerámicas áticas, íberas y
fenicias, además de un pebetero en forma de cabeza femenina entre otros
hallazgos. También han sido halladas piezas de hierro, de bronce y esculturas
de barro, varias de ellas con forma de mujer embarazada, figuras relacionadas
con la fertilidad.
Los principales restos descubiertos lo forman
algunas estructuras de plantas de habitación, cuevas, pozos, muros,
enterramientos y varios grabados en rocas, algunos con grafías adscritas, según
algunos investigadores, a época íbero-púnica. Las construcciones documentadas en la cima del cerro ofrecen muros con
zócalos de piedra, alzados de tapial revestidos con estuco y pavimentos de
placas de caliza, siendo más difícil discernir su planta.
En la cumbre del cerro se construyeron tres
cisternas utilizadas como depósitos. Es la zona más importante del yacimiento,
donde se encontraría el lugar destinado al culto y los ritos, situándose el
asentamiento en torno a ésta. Tal vez un posible
santuario portuario que integraría varias dependencias al aire libre y/o
techada, como talleres y almacenes, al cual se le
atribuyen connotaciones sagradas. Posiblemente
un culto solar, astrológico, y también a alguna deidad femenina por las esculturas
y objetos recogidos, quizá a la diosa Tanit o la fenicia Astarté. A partir de una base de piedras con agujeros
como para colocar sobre ellas tres pilares, los expertos consideraron que ahí
tuvo que levantarse una torre de dos plantas que serviría como observatorio y
que se sitúa en la parte más alta del monte.
En el siglo I de esta era, las estructuras fueron parcial o
totalmente arrasadas por un incendio. Parece que fueron dos
grandes incendios, uno de ellos destruyó el templo y se volvió a construir y
luego desapareció nuevamente. A finales del siglo III se abandona completamente
y pierde su carácter de templo.
El yacimiento está protegido, pero no es Bien
de Interés Cultural y dejó de excavarse hace años.
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