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domingo, 8 de mayo de 2016

SANTUARIO DEL CERRO DE LAS ATALAYUELAS, FUERTE DEL REY.


 El santuario del cerro de las Atalayuelas, en el municipio de Fuerte del Rey, se sitúa en una posición privilegiada. Una elevación que permite el control de su entorno, la entonces Oretania de la campiña de Jaén, que hacia el oeste se abre hacia Arjona, situándolo en línea con su oppidum íbero.

Este santuario se levantaría en la época de las transformaciones que trae al territorio la llegada de Roma, hacia el siglo I a.n.e. El templo se situaba fuera del oppidum, junto a la fortificación. Construido de forma aterrazada, al modo de otros santuarios como el de Castellar o Torreparedones, se han identificado dos espacios. Uno de ellos tendría carácter votivo, como dependencia para las ofrendas.  La adaptación a la nueva cultura colonizadora hace que en el lugar se hallaran junto a la cerámica ibera algunos elementos ya plenamente romanos. El santuario sufrió un importante expolio en el año 2002, pero aún así se ha podido recuperar curiosos objetos como la llave del templo.
Entre las ofrendas depositadas en el edificio sacro destacan dos exvotos muy esquemáticos, que representan dos orantes desnudos, las figuras de un hombre y una mujer, realizados en hierro, con los brazos extendidos y las palmas de las manos abiertas. Una imagen que se repite en exvotos de otros santuarios iberos de Jaén, como los de Despañaperros, realizados en bronce.  Entregar un exvoto al templo es un ritual curativo, para una sanación, por lo que a veces el objeto representa un pie, o una mano. También eran frecuentes, entre otros,  los ritos de fertilidad, como es el caso de los exvotos realizado en piedra caliza de Torreparedones. También puede ser  un ofrecimiento ante la petición de protección a un guerrero ante la batalla.  El exvoto refleja la relación entre el orador y la deidad, su petición o su agradecimiento por el favor concedido.
En el cerro de las Atalayuelas se encontró una estela de arenisca, tallada con un relieve, datada hacia los siglos II-I a.n.e. Una escena de siete figuras, tres femeninas y cuatro masculinas, aunque apenas se pueden distinguir porque su vestimenta es similar, y no tienen apenas adornos o tocados que los hagan diferentes o  identifiquen. Aunque conocida como Danza Bastetana, en realidad las figuras no están danzando, ni nada indica música o algún tipo de ritual. En el Vaso de Liria si quieren mostrar las figuras en movimiento, cogidos por las muñecas, con dos personajes que encabezan la procesión con un aulós doble y una flauta.  No es el caso de la placa de las Atalayuelas. Los personajes miran de frente,  nada indica movimiento alguno, excepto los pies, iguales, girados a la izquierda. No están cogidos de las manos (o las muñecas) aunque se rozan, y la forma de brazos y manos recuerdan el gesto íberio de la oración, de su presentación ante una deidad, vista en los exvotos.

La única diferencia en las figuras es su tamaño, como si quisieran resaltar una jerarquía, una diferencia de edad, destacando más grandes las figuras centrales que por algunos detalles de su vestimenta se puede encontrar alguna peculiaridad entre la túnica masculina y una falda larga femenina. Un hipótesis es que podría ser la representación de un grupo social, una familia en un exvoto común para todos sus miembros. Algo que podría ser novedoso cuando lo habitual es la expresión individualizada en cada exvoto, o la representación en bulto redondo como es el caso de la pareja de oferentes del Cerro de los Santos en Albacete, del siglo II a.n.e.

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